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Evangelización en el ámbito laboral para el 99 por ciento

Cuatro maneras en que podemos ganarnos el derecho a ser escuchados

Bill Peel & Jerry White 12 Jul 2023

Este artículo es la segunda parte de una serie de cuatro sobre la evangelización en el ámbito laboral. En la Parte 1, argumentamos que el campo misionero más estratégico hoy es el ámbito laboral. En la Parte 3 de esta serie, examinaremos los factores que crean una comunicación sabia e identificaremos los momentos apropiados e inapropiados para hablar de la fe en el ámbito laboral. En la Parte 4, presentaremos una forma sutil pero convincente de fomentar conversaciones sobre el evangelio en el trabajo, medir el interés espiritual de una persona y crear curiosidad sobre la fe cristiana.

Cuando se trata de cumplir la Gran Comisión, ¿cómo puede el «1 por ciento» de los cristianos que trabajan en el ministerio profesional ayudar al «99 por ciento» que no lo hace?

Lee Yih utilizó una analogía memorable cuando abordó esta cuestión en Lausana II, celebrada en Manila en 1989. En su mensaje, observó las diferencias en la forma en que las ranas y las lagartijas obtienen su alimento. “La rana se sienta y espera, y deja que la comida venga a ella», dice, mientras que la lagartija «no puede darse el lujo de sentarse y esperar, sino que debe salir a su mundo». Yih continúa:

El obrero cristiano vocacional es como la rana. Va al seminario, obtiene un título, trabaja en algún lugar y, de alguna manera, la gente sabe que está en el negocio de satisfacer necesidades espirituales. El ministerio viene a él y, al poco tiempo, tiene las manos llenas.

El laico, en cambio, es una lagartija. Para tener un ministerio, tiene que aprender a cazar. [. . . ] debe moverse en el entorno en el que vive, evaluar su esfera de influencia, sembrar ampliamente, tender puentes, establecer amistades y luego, cuando se ha ganado el derecho a ser escuchado, estar preparado a dar cuenta de la esperanza que hay en él, con gentileza y respeto.

“Lamentablemente», resumió Yih, «hay muchas lagartijas tristes por ahí que piensan que para tener un ministerio deben actuar como ranas».

Desde Lausana II, muchos entre el 1% —pastores dedicados, evangelistas y misioneros a tiempo completo— han trabajado incansablemente para difundir la buena noticia. Y se han puesto en marcha multitud de ministerios en el ámbito laboral e innumerables empresas de negocios como misión. Pero, en términos generales, el 99% no está involucrado en el cumplimiento de la Gran Comisión. Demasiados han decidido: «Simplemente no puedo hacer esto».

Un enorme ejército de laicos poco apreciados y mal equipados están desplegados insuficientemente en medio de la escalada de la batalla por las almas de hombres y mujeres.

Un enorme ejército de laicos poco apreciados y mal equipados están desplegados insuficientemente en medio de la escalada de la batalla por las almas de hombres y mujeres. A pesar de que la hostilidad hacia los cristianos es cada día mayor, el mandato de la Gran Comisión de Cristo no ha cambiado, y la vía para difundir el evangelio sigue abierta, como lo ha estado desde los tiempos de la iglesia primitiva, a través de relaciones personales entre creyentes y no creyentes que trabajan juntos.

El historiador de la iglesia Alan Kreider resume la ventaja estratégica del ámbito laboral: «Lo que ocurrió fue lo siguiente. Cristianos y no cristianos trabajaban juntos y vivían cerca unos de otros. Se hicieron amigos».[1]

Esto es lo que hace que el ámbito laboral sea tan importante para la Gran Comisión. Aquí los creyentes tienen oportunidades a diario de ofrecer pruebas vivas —a través de sus acciones, actitudes y palabras— de que el evangelio es realmente una buena noticia.

Pero las relaciones requieren tiempo, tiempo para superar barreras como el escepticismo y la hostilidad hacia la fe cristiana en general. Se necesita tiempo para superar el resentimiento hacia los cristianos santurrones, tiempo para observar la diferencia que Cristo marca en la vida de un compañero de trabajo y, sobre todo, tiempo para generar confianza, ya que la gente normalmente necesita confiar en el mensajero antes que en el mensaje.

Jesús, sin embargo, no tuvo ningún problema en tomarse su tiempo. Vivió y trabajó durante treinta años antes de comenzar su ministerio de enseñanza. Y a menudo comparaba el camino de fe de una persona —cultivar corazones endurecidos y plantar y cuidar las semillas de la verdad— con el proceso de cultivo, que requiere mucho tiempo y energía antes de que se produzca la cosecha.[2]

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Ganarnos el derecho a ser escuchados

El historiador de la iglesia Michael Greene señaló que el impacto positivo de la iglesia primitiva en el mundo dependía de la correlación entre la vida de los cristianos y sus palabras. Escribió: «La conexión entre creencia y comportamiento atraviesa toda la literatura cristiana. Ambas no pueden ser separadas sin resultados desastrosos. Entre ellos, el fin de la evangelización efectiva”.[3]

En las instrucciones de Pablo a la iglesia de Colosas, note que la conducta piadosa precede a la conversación espiritual. “Compórtense sabiamente con los que no creen en Cristo, aprovechando al máximo cada momento oportuno. Que su conversación sea siempre amena y de buen gusto”, escribe en Colosenses 4:5-6, «así sabrán cómo responder a cada uno».

Aunque la apologética es importante, Kreider explicó que la iglesia primitiva rara vez creció en número porque los cristianos ganaran discusiones. Por el contrario, su comportamiento, o habitus, «les permitía abordar problemas insolubles que enfrentaba la gente corriente de un modo que ofrecía esperanza». Y continúa: «Su comportamiento decía lo que creían; era la representación de su mensaje. Y las fuentes indican que fue su habitus, más que sus ideas, lo que atrajo a la mayoría de los no cristianos que se unieron a ellos».[4]

Esto no resta importancia a nuestro testimonio verbal. Pero las conversaciones espirituales resultan más convincentes —tanto para no cristianos como para cristianos— cuando vemos la evangelización como un proceso que se basa en ganarse el derecho a ser escuchado, generar confianza y mostrar antes de decir.

Las conversaciones espirituales resultan más convincentes —tanto para no cristianos como para cristianos— cuando vemos la evangelización como un proceso que se basa en ganarse el derecho a ser escuchado, generar confianza y mostrar antes de decir.

las conversaciones espirituales resultan más convincentes —tanto para no cristianos como para cristianos— cuando vemos la evangelización como un proceso que se basa en ganarse el derecho a ser escuchado, generar confianza y mostrar antes de decir.

1. Competencia

Hacer un buen trabajo es un componente clave de la evangelización. Los cristianos en el ámbito laboral necesitan líderes espirituales (el «1 por ciento») que los ayuden a comprender que su trabajo diario es una vocación santa que importa a Dios y a su testimonio. El Movimiento de Lausana confirmó la importancia intrínseca del trabajo mismo en El Compromiso de Ciudad del Cabo y a través del Foro Mundial del Trabajo 2019. Las escrituras hablan de la importancia de hacer un buen trabajo:

¿Has visto a alguien diligente en su trabajo? Se codeará con reyes. (Pr 22:29)

Todo lo que te venga a la mano, hazlo con todo empeño. (Ec 9:10)

En el mercado, la gente suele juzgarnos primero por nuestro trabajo, no por nuestra teología. ¿Se imagina a Jesús utilizando materiales de calidad inferior, haciendo carpintería chapucera o cobrando de más a los clientes? Si lo hubiera hecho, los que lo oían enseñar habrían tenido motivos de sobra para concluir que su teología era tan inestable como sus mesas.

Conclusión: Si queremos que la gente preste atención a nuestra fe, debemos prestar atención a la calidad de nuestro trabajo.

2. Fidelidad

Aunque la competencia es fundamental para nuestro testimonio, la fidelidad debe acompañar al buen trabajo. Las personas competentes que prometen pero no cumplen son de poco valor para sus empleadores o para el reino de Dios. Si queremos que la gente preste atención a nuestra fe, debemos ser dignos de confianza y no negligentes a la hora de completar tareas, cumplir plazos y asumir responsabilidades. Hacemos daño a nuestro testimonio si no mantenemos nuestro compromiso o incumplimos nuestras obligaciones. Pablo nos recuerda en Colosenses 3:23: “Hagan lo que hagan, trabajen de buena gana, como para el Señor y no como para nadie en este mundo”.

El libro de Daniel registra muchos ejemplos que demuestran el poder del testimonio fiel ante quienes tienen autoridad. Por ejemplo, cuando los enemigos de Daniel trataron de encontrar cargos contra él, “no encontraron de qué acusarlo porque, lejos de ser corrupto o negligente, Daniel era un hombre digno de confianza” (Dn 6:4). Y, según el propio testimonio y decreto del rey Darío (6:25-27), la fidelidad de Daniel cambió el curso de la fe del gobernante.

Conclusión: Las personas más competentes dañan su testimonio cuando incumplen sus promesas y obligaciones.

3. Carácter

Pero no basta con hacer un buen trabajo fielmente. Nuestro carácter también debe ser atractivo. Los no cristianos no son ciegos a la hora de ver cómo asumimos tareas arduas sin quejarnos, mostramos paz en medio del dolor y la decepción, y demostramos gracia y humildad con personas difíciles. C.S. Lewis nos recordó que lo contrario también es cierto: «Cuando los cristianos nos portamos mal, o no nos portamos bien, estamos haciendo que el cristianismo resulte no creíble para el mundo exterior».[5]

La gente también toma nota, no tanto cuando fallamos —que ocurrirá— sino cuando no admitimos nuestras falencias. Más importante que hacer siempre las cosas bien es reconocer que a menudo nos equivocamos, buscar el perdón por nuestros errores y reparar el daño causado. Nuestra capacidad de reconocer nuestros fracasos y condición rota se destaca con marcado contraste en la mayoría de las culturas. Cuando la gente observe en nosotros el fruto del Espíritu —amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio—, percibirá el dulce aroma de la presencia de Jesús. 

Conclusión: Nuestro carácter, aunque rara vez aparezca en descripciones de puestos de trabajo, debe reforzar nuestra vida y nuestro testimonio.


4. Preocupación

La forma en que tratamos a nuestros compañeros de trabajo, colegas y clientes en medio del estrés y el éxito diarios revela si nos preocupamos más por los demás o por nosotros mismos. Cuando la gente ve nuestra preocupación genuina, ve la belleza de Jesús viva en nosotros, sea que la reconozcan como tal o no. Pequeños actos de bondad y palabras de aliento pueden iluminar un lugar de trabajo sombrío. Pablo nos recuerda que mostramos preocupación mediante lo que hacemos y decimos en Filipenses 2:4. “Cada uno debe velar no solo por sus propios intereses, sino también por los intereses de los demás”. En los versículos 14 y 15, prosigue: “Háganlo todo sin quejas ni contiendas, para que sean intachables y puros, hijos de Dios sin culpa en medio de una generación torcida y depravada. En ella ustedes brillan como estrellas en el firmamento”.

Nuestra disposición a escuchar y recibir opiniones dice: «Me importa lo que piensas; tienes algo valioso que aportar». Cuando hacemos preguntas y escuchamos con atención y espíritu humilde, invitamos a los demás a confiar en nosotros.

Conclusión: A la gente no le importa cuánto sabemos hasta saber cuánto nos preocupamos.

Cuando nos hemos ganado el derecho a ser escuchados

Desarrollar relacione con las personas con las que trabajamos nunca debe ser una estrategia para manipularlas en una conversación sobre la fe, sino una expresión de amor genuino. Nuestra competencia, fidelidad, carácter y preocupación trabajan en conjunto para crear una apologética elocuente a favor del evangelio y, utilizados por el Espíritu, pueden abrir puertas a conversaciones sobre el evangelio.

Nuestra competencia, fidelidad, carácter y preocupación trabajan en conjunto para crear una apologética elocuente a favor del evangelio

Sin embargo, nadie viene a Cristo simplemente observando nuestro comportamiento. En la mayoría de los casos, alguien debe ayudarlos a conectar los puntos y hablarles de Jesús. El trabajo de cada cristiano es combinar el trabajo piadoso con la vida piadosa mientras observamos lo que el Espíritu Santo está haciendo, para que podamos unirnos a él con palabras sabias que se ajusten al momento, un tema que abordaremos en los próximos artículos.

Robert Harp, ex catalizador de Lausana para el Ministerio en el Ámbito Laboral, escribió: «Durante demasiado tiempo, los cristianos en el ámbito laboral se han considerado a sí mismos como personajes secundarios, en lugar de protagonistas, en el gran drama de la evangelización del mundo».

Cuando los pastores, misioneros y evangelistas enseñen y animen al 99% a ver la evangelización como un proceso, más «lagartijas» dejarán de intentar ser «ranas» y empezarán a ver cómo pueden cumplir de forma única y poderosa su papel en la Gran Comisión y decir: «¡Yo puedo hacer esto!».

Endnotes

  1. Alan Kreider, The Patient Ferment of the Early Church: The Improvable Rise of Christianity in the Roman Empire, (Grand Rapids: Baker Academic, 2016).
  2. Por ejemplo: Juan 4:35-38; Mateo 13:1-23; ver también la comparación de Pablo en 1 Corintios 3:6-8.
  3. Michael Greene, Evangelism in the Early Church, (Grand Rapids, MI: William B. Eerdmans Publishing Co., 2003), p. 251.
  4. Alan Kreider, The Patient Ferment of the Early Church: The Improvable Rise of Christianity in the Roman Empire, (Grand Rapids: Baker Academic, 2016), 2.
  5.  C. S. Lewis, Mere Christianity, p. 208.